“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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sábado, 25 de septiembre de 2010

AMOR, AFILIACIÓN Y ATRACCIÓN



 
Es mediante los otros como aprendemos lo que es el mundo, cómo actuar e incluso quiénes somos. No sabríamos si nuestro cuerpo es alto o bajo si no fuera porque lo comparamos con el de los demás. La cultura se transmite de generación en generación por la comunicación entre personas. Si no participásemos en la sociedad no podríamos aprender ciertas habilidades básicas, como pedir favores o solucionar conflictos. Al no vernos capaces no nos apreciaríamos a nosotros mismos, con lo que lo más probable es que nos sintiésemos tristes, aislados y débiles. Ese ánimo y unas escasas habilidades de resolución de problemas llenarían nuestra vida de dificultades, sobre todo para adaptarnos a los cambios vitales.
La búsqueda de compañía de los demás se denomina necesidad de afiliación; para el ser humano sólo es menos importante que las necesidades de supervivencia y seguridad. La afiliación cumple unas funciones:
-          La principal es asegurar la supervivencia como especie e individuo.
-          Reduce el miedo y la ansiedad ante los acontecimientos de la vida. Existe una base de apoyo y seguridad ante los cambios.
-          Comparamos nuestras habilidades y actitudes personales y así aprendemos a conocernos. Los demás son la guía que nos dice cómo queremos responder.
La tendencia a afiliarse con alguien se llama atracción. Hay una valoración de esa persona y conlleva distintos efectos positivos:
-          Felicidad. Muchos estudios indican que las personas casadas son más felices que los que no tienen pareja, sobre todo los hombres. Aunque la clave no está en tener o no relación, sino en su calidad.
-          Salud mental. Te sientes querido y eso hace que te valores más. Las emociones son más positivas que estando solo; es más fácil que no se dé depresión o ansiedad. Pensar que alguien está dispuesto a ayudarte hace que enfrentes mejor y más fácilmente los acontecimientos estresantes.
-          Salud física. Las personas con una relación de pareja padecen menos estrés y adoptan hábitos de vida más saludables.
Hay tantas definiciones de amor como personas: cada pareja es una historia distinta. Según algunos autores el amor “perfecto” sería una mezcla de intimidad, pasión y compromiso. Por supuesto que este tipo de relación es el que más cuesta formar y mantener ¿Qué es necesario para acercarse a este “amor completo”?
-          Todos somos humanos y la decepción es parte de cualquier relación. Lo importante es recordar que, detrás de esa decepción y las circunstancias, sigue estando la persona a la que admiramos.
-          La inmadurez, las prisas y el no valorarnos son los mayores aliados a la hora de elegir un mal compañero o compañera. Debemos recordar que tener pareja conlleva beneficios, pero no es una necesidad sin la cual la vida deje de tener sentido.
-          Una relación se hace, no nace. Debemos cultivarla compartiendo momentos de diversión, recordando el por qué es tan especial, expresando nuestros sentimientos; creando nuestra propia historia de amor y dándole juego a la imaginación.
-          Debemos ser conscientes de que cualquier adopción de compromisos coarta parte de nuestra libertad; debemos dejar espacio a la individualidad, respetando al otro como si no se hubiese adoptado ningún compromiso de permanencia.
-          En caso de ruptura no podemos olvidar que si una vez no ha salido bien (o cien) no quiere decir que nunca vayamos a disfrutar de una buena relación. Eso sí, necesitaremos un tiempo de “duelo” para que nuestra próxima relación no se vea teñida de los sentimientos de la anterior.


“El amor es una ilusión, pero la ilusión es lo más importante que tenemos en la vida”

¿QUÉ ES EL SÍNDROME POSTVACACIONAL?


Te quedan aún unos días para acabar las vacaciones, pero ya no eres capaz de disfrutar de nada. No se te quita de la cabeza que dentro de horas, minutos, todo volverá a ser lo mismo de siempre: el trabajo, la rutina, los madrugones… Estás triste, algo nervioso y te cuesta concentrarte en lo que te dicen ¿Es normal lo que te pasa?
¿Qué es el síndrome postvacacional?
Es un estado de decaimiento muy común que sucede al terminar el periodo de vacaciones. Además de tristeza, podemos sentir:
-          Dificultad para concentrarnos.
-          Pocas ganas de hacer nada o falta de interés.
-          Cansancio.
-          Insomnio o dificultad para dormir bien.
-          Trastornos digestivos, como falta de apetito o malestar.
-          Irritabilidad.
-          Dolores musculares.
-          Ansiedad o sensación de ahogo.
-          Palpitaciones, taquicardia (el corazón se acelera).
-          Ideas catastrofistas (“al final es para volver a lo mismo”, “todo lo bueno acaba…”).
A pesar de todos estos posibles síntomas el síndrome postvacacional no es una enfermedad. Se trata de un estado de ánimo provocado por las dificultades de adaptación a nuestra rutina diaria tras un periodo de ocio. En circunstancias normales esa tristeza desaparece entre los dos días y las dos semanas. Si se mantiene durante más tiempo con la misma intensidad sería conveniente visitar a un especialista.
¿Quiénes lo padecen?
No hay una regla fija, pero los que tienen más probabilidades de sufrir el síndrome postvacacional son:
-          Sobre todo los que no están satisfechos con su trabajo: tareas administrativas, entornos muy exigentes, malas relaciones con los compañeros, síndrome burn-out (los que se sienten“quemados”)…
-          Jóvenes entre los 25 y los 40 años (hasta un 35% de los españoles de estas edades lo sufren).
-          Mujeres que tienen que enfrentarse solas a doble responsabilidad: casa y trabajo.
-          Los que ponen demasiadas esperanzas en sus vacaciones y muy pocas en su día a día.
-          Retrasan todo lo que pueden la vuelta a casa, por lo que inician bruscamente su rutina cotidiana.
-          Se ha observado que también se puede dar en niños y niñas en la vuelta al cole.
¿Por qué ocurre el síndrome postvacacional?
Al regresar a casa tras las vacaciones nos encontramos con cambios muy importantes: dormimos menos, comemos con más prisas, debemos atenernos a un horario laboral, afrontamos mayor número de obligaciones y exigencias. Incluso nuestro entorno social se restringe; ahora es más difícil quedar con las amistades y tener ratos de diversión.
Todo esto es un duro golpe tras una etapa de descanso y placer. Pero no debemos olvidar que la manera de interpretar la situación hará que sufras o no el síndrome postvacacional. Si piensas en lo positivo de volver a casa, poco a poco te irás readaptando a las nuevas circunstancias de la mejor manera.
¿Qué puedo hacer para superarlo?
-          Quítate de encima los pensamientos negativos. Está prohibido pensar en que aún te quedan once meses de esclavitud o algo por el estilo. El sentido de tu vida no es el trabajo, pero tampoco lo son las vacaciones. Si piensas de ese modo no podrás ver lo bueno que tiene tu día a día y te lo perderás.
-          Regresa a casa con tiempo y planifica tu vuelta a la rutina. Si puedes no vuelvas un lunes o domingo a última hora. Date unos dos días de adaptación antes de empezar a trabajar para tenerlo todo bien preparado e ir con más tranquilidad al trabajo.
Si no puedes estar esos dos últimos días en casa, al menos empieza a funcionar con un horario parecido al laboral. Los primeros días en el trabajo intenta acostarte antes para dormir más.
-          No te exijas hacerlo todo perfecto los primeros días en el trabajo. Te estás adaptando, así que es normal no estar al cien por cien. Ya lo irás logrando.
-          No le des muchas vueltas a cómo te sientes. Es normal echar de menos lo bien que te lo pasaste en las vacaciones, pero si te centras en tu tristeza o tus sentimientos sólo agrandarás tu malestar. Es un proceso de adaptación que irá desapareciendo.
-          No consideres el trabajo como lo contrario a las vacaciones. En ambas situaciones encontrarás cosas buenas y malas. Piensa que gracias a tu empleo puedes disfrutar de temporadas tan placenteras como las vacaciones.
-          No tomes decisiones importantes los primeros días de trabajo. Estás influido por un estado de ánimo bajo y puedes equivocarte. Espérate a ser de nuevo tú.
-          ¿Por qué tienes que esperar meses para disfrutar? Ponte metas nuevas y oblígate a tener un descanso siempre que puedas. Haz cosas que te gusten, descubre nuevos sitios de ocio y disfruta de esa energía que has recargado en las vacaciones.
-          Haz lo posible para pasártelo bien en el trabajo. Seguro que con tu imaginación encontrarás nuevas formas. Habla con tus compañeros. En tu jornada laboral hay tiempo de muchas cosas, no te lo tomes como un sufrimiento. Recuerda que “a sonreír se empieza sonriendo”.
-          Escribe en un papel lo agradable y desagradable de tu rutina. Te darás cuenta de que hay cosas cotidianas que sí te gustan y tendrás la oportunidad de  cambiar otras. Si estás mucho tiempo sentada es el momento idóneo para apuntarte a un gimnasio. Si hay mal ambiente en la oficina quizá puedas mejorarlo conversando más con tus compañeros. Si trabajas muchas horas deja lo que no sea indispensable y sal a pasártelo bien siempre que puedas.
-          Recuerda que tú eliges cómo interpretar tu vida. En todo hay cosas buenas y malas. No decidas ver sólo las negativas; hay otras que te ayudan a ser feliz y  están a la espera de que te fijes en ellas. Haz que no sea cierto el dicho “sólo se valoran las cosas cuando se pierden”.