Si creemos que hay un peligro cercano, tendremos
miedo: sudaremos, aumentarán las pulsaciones de nuestro corazón, sentiremos
angustia y es muy posible que temblemos. Esto es así aunque en la realidad no
haya ningún peligro: basta con que lo pensemos. Nuestros pensamientos
interpretan nuestro entorno; es esa interpretación la que nos hace sentir de
determinada manera.
Las creencias
irracionales son pensamientos que no están basados en pruebas, ni en la realidad, pero aún así los
sentimos como ciertos. Pueden estar en el origen de depresiones, trastornos de
ansiedad, estrés, obsesiones, apatía o cualquier tipo de malestar psicológico
(incluso físico). Si creo que la vida es sólo un valle de lágrimas, no seré
capaz de disfrutar los buenos momentos y es muy posible que esté triste, nada
me ilusione y todo me dé igual.
Los pensamientos
irracionales que nos hacen daño se pueden resumir en tres:
-
“Tengo
que hacerlo todo bien y ser valorado o valorada por los demás”. Todos nos
equivocamos, y los fallos son parte del ser humano; si nos exigimos hacerlo
todo bien nos sentiremos frustrados, nunca podremos alcanzar ese objetivo. Cada persona tiene unos gustos y opiniones
que pueden no coincidir con los nuestros, pero eso no significa que no seamos
válidos.
-
“Lo normal
es que, si yo trato bien a los demás, los demás me traten igual”. Cada
persona es un mundo y “vive su propia batalla”. Son tantas las circunstancias,
que no podemos estar dependiendo de cómo se porten los demás con nosotros; la
vida que podemos cambiar y mejorar es sólo la nuestra.
-
“Tendré
que enfrentarme a los esfuerzos necesarios para conseguirlo que busco, pero si
son demasiado duros es una desgracia o mala suerte”. Sólo con esfuerzo obtendremos
recompensas, y esos esfuerzos, por propia definición, muchas veces serán muy
sacrificados; pero esto logrará que valoremos aún más lo conseguido.
Frente a esto, los pensamientos serán positivos y nos ayudarán cuando:
-
Nos hacen sentirnos bien con nosotros mismos y /o con los demás. “Soy capaz”.
-
Incluyen otras opciones y no es la única verdad. “Me caen mejor
los del Real Madrid, pero también tengo amigos del Barça”.
-
Tratan sobre gustos y preferencias, no de obligaciones o necesidades. Si creemos
que estamos obligados a algo, o que lo necesitamos, sentiremos ansiedad ante su
ausencia o incumplimiento. En la realidad, todo lo que hacemos lo elegimos, es
nuestra preferencia. Eso sí, dentro de las opciones que tenemos; pero ser
realista es recordar que siempre hay otras. “Me gustaría tener hijos, pero
podré ser igualmente feliz si no los tengo”.
-
A veces podemos sentirnos mal, pero lo
que pensamos no impide o paraliza nuestro
desarrollo vital y la consecución de nuevas metas. “Mi marido ha muerto
pero aún me quedan muchas cosas que hacer y disfrutar”.
-
Tienen en cuenta que todo depende de la situación, y que no
hay una sola afirmación que se cumpla en todo momento. “Estoy pasando una mala
racha, pero todo puede cambiar”.
Las
creencias irracionales en los trastornos cardiovasculares
Sobre el 80% de las personas con hipertensión
arterial presentan rasgos de
perfeccionismo e impaciencia; quieren hacerlo todo bien y urgentemente.
A los demás les exigen tanto como a ellos mismos, con lo que se frustran
fácilmente y pueden aislarse de los demás al no cumplir éstos sus expectativas.
Las creencias
irracionales, o pensamientos que nos hacen daño, más comunes en trastornos
cardiovasculares son:
-
“Todo
lo que hago supone una amenaza”. Este tipo de pensamiento sólo provoca
miedo y ansiedad. No hay que dejar de hacer todo, ni actuar como si nos diese
igual. Controlar lo que hacemos y sus consecuencias, informándonos y
tomándonoslo de manera realista y calmada, nos ayuda a darnos cuenta de todo lo
que aún podemos emprender.
-
“No
puedo llevar una vida normal”. Nadie puede hacer todo lo que quiere; con
tus límites, proponte realizar lo que te guste. Una vida “normal” no es más que
saber adaptarse y ser feliz con las circunstancias que tengamos.
-
“Actúo
como si no pasara nada, así consigo ser feliz”. Negar la realidad sólo
consigue que llevemos a cabo conductas de riesgo que empeoran todo.
Así, ejemplos de creencias que nos ayudarán, especialmente en las patologías
cardiovasculares:
“Tengo una
enfermedad pero no se acabó mi vida, aún puedo hacer muchas cosas”.
“No paro de
hacerme revisiones tras la operación, pero es algo que no tiene tanta importancia
y logro ser feliz”.
“Me cuidaré aún
más y así reduciré riesgos de que vuelva a pasar”.
“Si cometo un error en el trabajo, es sólo un
error en el trabajo”.
“Estoy
esperando pero así tengo tiempo para pensar”.
“Siempre pueden ocurrir imprevistos por mucho que planee, así que no me voy a preocupar más de lo que debo”.
“Si le explico a otra persona lo que tiene que hacer, acabará haciéndolo bien, aunque no sea a mi manera”.
“Las relaciones sociales son una gran ayuda y las aprovecharé”.
“Se me valora por quién soy, no por lo que haga o logre”.
“Siempre pueden ocurrir imprevistos por mucho que planee, así que no me voy a preocupar más de lo que debo”.
“Si le explico a otra persona lo que tiene que hacer, acabará haciéndolo bien, aunque no sea a mi manera”.
“Las relaciones sociales son una gran ayuda y las aprovecharé”.
“Se me valora por quién soy, no por lo que haga o logre”.
¿Qué
hago para cambiar los pensamientos que me hacen daño?
-
Sé consciente de que no hay ninguna
verdad absoluta: lo que piensas puede no ser correcto; sobre todo si te hace
sufrir a ti o a los demás.
-
No hay nada en la vida realmente
imprescindible; otra cosa es que nos ayude o nos guste. Somos capaces de
adaptarnos a cualquier tipo de situación o carencia.
-
Sentirse mal a veces es comprensible,
pero debemos esforzarnos por moderar nuestros sentimientos y reacciones para
evitar un freno en seco en nuestro propio desarrollo.
-
Todo depende de la situación. Para ser
realistas y evitar hacernos daño deberíamos aprender a pensar respecto a
situaciones concretas, y no generalizar. En vez de creer que “le caigo mal a
todo el mundo”, es más positivo decirse “me voy a esforzar en acercarme a mis
compañeros de trabajo porque parece que no hay muy buen ambiente”.
-
No puedes, ni necesitas, hacer todo bien
y gustarle a todos. Además de ser algo imposible, sólo conseguimos frustrarnos
y estar ansiosos o estresados al no llegar nunca al objetivo planteado. Los
demás pueden tratarte mal, pero depende de esas personas, no de ti.
-
Si no hay esfuerzo, lucha y obstáculos
salvados, no hay recompensa.
-
Repítete los pensamientos que te ayudan:
“yo puedo”, “tengo muchas cosas buenas”, “es normal equivocarse”… Igual que los
pensamientos negativos dan vueltas por nuestra cabeza hasta que nos los
creemos, también podemos aprender a pensar de otra forma si hacemos el mismo
proceso de repetición con los que nos ayudan.
-
Ensaya con otra persona lo que debes
hacer en la situación que te provoca malestar.
-
Imagínate a ti mismo/a enfrentando las
situaciones de manera correcta. Si sabemos que creer en algo es el primer paso
indispensable para hacerlo posible, vernos capaces de enfrentar una experiencia
nos dará fuerzas para realizarlo.