Los trastornos cardiovasculares son la principal causa de
muerte, provocando cerca de 18 millones de fallecimientos al año en el mundo. ¿Qué
podemos hacer para evitar o superar estas complicaciones? Lo primero es conocer
el riesgo real que tenemos de padecer una enfermedad cardiovascular. Una dieta
sana, el ejercicio, reducen las posibilidades de enfermar, mientras que el
estrés o el tabaco las aumentan. Se da un efecto acumulativo entre ellos; esto significa
que, cuantas más cosas negativas hagamos para nuestro corazón, mayores riesgos
correremos. Por tanto, lo que hagamos desde la infancia es importante.
FACTORES QUE INFLUYEN EN LA SALUD CARDIOVASCULAR:
FACTORES NO MODIFICABLES:
-
Edad,
sexo y herencia genética: ser mayor, hombre y tener padres, madres o abuelos
que hayan padecido complicaciones cardiovasculares, son factores de riesgo.
FACTORES MODIFICABLES
-
Hipertensión
arterial, colesterol elevado, diabetes, tabaquismo, obesidad, sedentarismo:
los modificamos mediante una dieta saludable, sin sustancias perjudiciales,
como el tabaco, y realizando ejercicio físico de manera regular.
-
Estrés,
ansiedad, depresión, personalidad, modos de afrontar los problemas, etc.:
No sólo debemos cuidar nuestro cuerpo; nuestros pensamientos y emociones pueden
complicarnos la salud o, al contrario, hacernos más resistentes.
¿QUÉ RIESGO TENGO DE PADECER UN TRASTORNO CARDIOVASCULAR?
Contesta a estas
preguntas:
1.
¿Eres mayor de 65 años y tienes familiares que
hayan padecido trastornos cardiovasculares?
2.
¿Sueles tener la tensión alta?
3.
¿Tienes el colesterol alto?
4.
¿Padeces de diabetes?
5.
¿Fumas?
6.
¿Te sobran unos kilos?
7.
¿Haces ejercicio físico menos de tres veces por
semana?
8.
¿Te cuesta o no tienes tiempo de relajarte?
9.
¿Dirías que estás triste y de malhumor la
mayoría del tiempo?
10.
¿Eres perfeccionista y exigente?
11.
¿Expresas poco tus sentimientos?
12.
¿Te enfadas mucho cuando no puedes controlar
algo?
13.
¿Dirías que eres solitario y que sales poco?
14.
¿Huyes de los problemas?
Haz lo posible por cambiar cada
punto donde la respuesta sea “sí”. Fíjate dónde te hace más falta modificar tus
hábitos.
CUIDA TU CORAZÓN CON CABEZA
-
Tómate
las cosas con calma. ¿De verdad es algo tan importante? Somos más fuertes
de lo que creemos y, con paciencia, todo se supera. La ansiedad sólo provoca
complicaciones cardiovasculares, al expulsar sustancias como la noradrenalina,
que aceleran el corazón, aumentan la presión arterial y pueden producir
arritmias; además de una peor calidad de vida. Dedícate un tiempo para
relajarte, desconectar y hacer cosas que te gustan: es más necesario que mucho de
lo que haces, cambia tus prioridades.
-
A sonreír
se empieza sonriendo. No esperes que cambien las circunstancias para estar
alegre, quizá con el tiempo te des cuenta de que eras feliz. Y, aunque tengas
dificultades, se superan más fácilmente de buen humor y tendremos mejores
resultados y más fuerza para afrontarlas. Cuando uno piensa que todo le va a
salir bien, sin darse cuenta, hace lo necesario para que le salga bien. Estar
alegres previene arritmias y fortalece las defensas y el sistema inmune.
-
Intentar
hacer todo bien es, además de imposible, perjudicial para la salud. Acepta
a las personas, a ti mismo y a las circunstancias como son. Querer cambiar lo
que no se puede sólo produce frustración, estrés y agresividad, contenida o no.
Quizá no puedas mejorar ciertas cosas, pero siempre puedes aprender a tomarte
mejor cómo te afectan.
-
Expresa
tus sentimientos. Las emociones negativas acumuladas pueden transformarse
en forma de síntomas físicos, como una respuesta vascular exagerada, lo que afecta
al corazón. Hablar y mostrar nuestras emociones descarga ansiedades e
inseguridades.
-
Controla
el estrés. En contra de lo que muchos pueden creer, el estrés no es hacer
muchas cosas, sino sentirse sin recursos para afrontar lo que hay que realizar.
Es uno de los factores más importantes en los trastornos cardiovasculares;
además de alterar y desequilibrar el ritmo de la presión arterial, puede
expulsar sustancias nocivas para la salud, y multiplica el efecto negativo de
otros factores, como el tabaco. Otro de los puntos a tener en cuenta con el
estrés es que muchos de los que lo padecen no se percatan de ello, normalmente
lo notan más fácilmente los seres cercanos. El estrés empieza a desaparecer
cuando se deja de pensar en lo que nos daña, y cuando no se intenta abarcar lo
que no se puede.
-
Rodéate
de gente. Las personas nos ayudan a evadirnos de nuestros problemas, a ver
todo desde otra óptica, normalmente menos dramática . Pueden ser una ayuda para
resolver conflictos y, al expresarnos, disminuye la probabilidad de padecer
síntomas depresivos. Si estas personas nos demuestran afecto, valoración
personal y apoyo, nuestra autoestima y resistencia ante la vida crecerá.
-
Cambia de
hábitos. Nada cambia si no lo incluimos de una manera realista y organizada
a nuestra rutina. Proponerse hacer ejercicio, por ejemplo, consiste en una
modificación del estilo de vida. No hay que plantearlo como un “a ver si…”. Es
tan “simple” como ponerse a hacerlo dentro de nuestros planes diarios, o cuando
podamos, pero regularmente. Si queremos cambiar muchas cosas a la vez, es
posible que se nos escapen; mejor ir de objetivo a objetivo, uno por uno.
Primero dejo de fumar, luego instalo la rutina de hacer ejercicio y me centro
en ello. Según vayamos consiguiendo metas, cada vez nos iremos sintiendo mejor
y tendremos más ganas de emprender más mejoras. Pero para ello no hay que
olvidar empezar por cosas sencillas y poco a poco. Si el cambio es muy brusco,
se nos hará tan duro que quizá lo abandonemos prematuramente; no es cuestión de
fuerza de voluntad, sino de constancia.
CUIDA TU CORAZÓN TRAS LA ENFERMEDAD
Lo señalado hasta ahora también beneficia a los que ya
padecen complicaciones cardiovasculares, pero, además, debemos tener en cuenta:
-
En más del 50% de estos pacientes nos encontramos
reacciones psicológicas negativas, como depresión, ansiedad o negación de la
enfermedad.
-
Es normal tener miedo a lo que pueda pasar, o
estar triste por lo que hemos perdido. Las primeras semanas son procesos
lógicos de readaptación a las nuevas circunstancias. Pero la vida sigue y aún
tenemos mucho por disfrutar. Si se mantiene más tiempo o es demasiado intenso
el malestar, se complicará la recuperación. Vamos a levantarnos con ganas, a sonreír,
a hablar, a hacer lo que nos apetezca y la alegría vendrá sola. Hay programas y
especialistas que te pueden ayudar.
-
Relajarse, distraerse, tomarse las cosas sin
dramatismos y de manera positiva refuerza nuestro sistema inmunológico, el que
necesitamos ahora más que nunca. La irritabilidad, el mal humor, tienen mucho
que ver con el estrés y sus efectos negativos.
-
Todos los extremos nos hacen daño; tanto si nos
parece el fin del mundo, como si creemos que no tiene importancia, nos
perjudicará. Podemos seguir disfrutando y sonriendo, pero guardando unas
precauciones. Si negamos la enfermedad aumentará la probabilidad de abandonar
el tratamiento médico o de asumir conductas de riesgo, como fumar o beber en
exceso.
-
Acepta
las circunstancias y tu nuevo estilo de vida, te ayudará a centrarte en resolver lo que
tiene solución. Quejarse, lamentarse, autocompadecerse, sólo aumenta la
agresividad, el mal humor y dificulta la recuperación. Busca la mejor manera de
disfrutar con los nuevos límites, también puedes.
-
Reanuda
tu vida social: ya hemos visto los beneficios de relacionarse con los
demás. Tras una intervención quirúrgica, o una complicación, más que nunca
necesitamos expandirnos, distraernos y expresar lo que sentimos. Aislarnos
significaría dejarnos a solas con nuestros peores y más dañinos pensamientos.
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No te olvides
de seguir el tratamiento médico. De poco nos sirve realizar las anteriores
indicaciones si abandonamos lo que mantiene el correcto funcionamiento del
sistema cardiovascular.