“Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.” Viktor Frankl

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viernes, 30 de marzo de 2012

EL MIEDO A TENER ENFERMEDADES


Según estadísticas de hospitales de Estados Unidos y Europa, entre un 4 y un 9% de las consultas médicas son por miedo o convicción de sufrir una enfermedad que en realidad no se padece. Cuando estos síntomas provocan un malestar importante y continuo, la vida cotidiana se deteriora a causa de ello y dura más de seis meses, se puede dar el trastorno conocido como hipocondría.
            Estos síntomas suelen venir relacionados con una actitud ante la vida caracterizada por:
-          Se interpretan síntomas de depresión y ansiedad como problemas físicos o somáticos.
-          La baja autoestima de la persona le hace centrarse en las partes negativas de sí mismo, sintiendo que le puede pasar todo lo malo.
-          Al focalizarse en los aspectos negativos de la vida, se hacen unos “expertos” en trastornos y aspectos tristes, en vez de salir con las personas de su entorno o intentar distraerse y pasárselo bien.
-          Tienen pánico a sufrir una enfermedad, por eso, lo que más les preocupa es padecer algún trastorno grave, como cáncer o afecciones del corazón.
-          Se considera un síntoma hipocondríaco cuando es una sensación vaga e imprecisa, como padecer tos de vez en cuando, dolor en las venas, etc.
-          Aunque se suele considerar como síntoma de sugestión ante un estado de ánimo bajo o alterado (por ejemplo, la ansiedad),algunos profesionales sí lo definen como trastorno, ya que pueden verse deteriorados la psicología, la percepción, el entorno familiar, laboral y social e incluso la salud, al aumentar el riesgo de un abuso de la medicación.
¿Qué puedes hacer si sientes síntomas relacionados?:
-          Expresa tus preocupaciones a tu entorno más cercano. Hablar de lo que sentimos rebaja la ansiedad y hace posible que nuestro malestar no se acumule en forma de síntoma físico. Es muy importante que no sólo cuentes tus miedos a padecer trastornos; expresa qué quieres, qué sientes, a qué tienes miedo, etc.
-          Recapacita acerca de tu día a día, qué puedes hacer para mejorar o aliviar lo que te preocupa. No te conformes con darle vueltas a las penas o los malos pensamientos, busca formas de solucionarlos o, al menos, afrontarlos. Por quejarnos o sentirnos infelices continuamente no vamos a mejorar nada y cada vez nos sentiremos peor.
-          Piensa también en qué puede haber colaborado a que te preocupen tanto las enfermedades. Muchos profesionales creen que aspectos como la sobreprotección, una educación basada en el miedo, haber sufrido alguna enfermedad o pérdida por parte de uno mismo o de su entorno, etc. pueden facilitar el desarrollo de los síntomas hipocondríacos. Aún así, piensa en las personas que, padeciendo alguna de estas situaciones, no están preocupadas excesivamente por las enfermedades. Es la prueba de que lo importante no es lo que nos pase, sino cómo nos lo tomamos. Y todo se puede aprender.
-          Un primer paso para perderle miedo a las enfermedades, así como a lo malo que nos pueda pasar, es ser conscientes de que no podemos estar seguros completamente en la vida; nos pueden pasar ciertos acontecimientos y que, por tanto, para vivir lo más felices posibles, debemos adaptarnos a vivir en la incertidumbre de ciertos temas. Por preocuparnos no vamos a evitar nada, más bien al contrario, podemos producirlo con nuestros comportamientos negativos. Así que, la mejor forma de tomarnos el día a día es con calma y serenidad. Nos hará más fuertes para enfrentar todo.
-          Relájate. Piensa que gran parte de responsabilidad de los síntomas hipocondríacos la tiene la ansiedad. Tómate un tiempo para ti, haz ejercicio, respira hondo y practica algunas técnicas de relajación. Mejorará tu salud física y te fortalecerá mentalmente.
-          Se ha comprobado que la ansiedad que sentimos cuando imaginamos algo negativo es más alta de la que realmente sentiríamos en la propia situación. Es lo que se llama ansiedad anticipatoria. El ser humano es fuerte y capaz de adaptarse a las situaciones más negativas, todos y todas conocemos ejemplos de ello. Experimentemos lo que experimentos siempre seremos capaces de sonreír; sin embargo, cuando imaginamos algún suceso triste, no contamos con las posibles distracciones, apoyos, alegrías y resistencias. En tu mano está de qué forma quieres adaptarte, si temiendo todo o viviendo con ganas y alegría.
-          Imagínate con detalle las situaciones más temidas. Empieza por las menos graves. Recuerda imaginar todo de manera real: habrá veranos, amaneceres, tendrás que ducharte, hacer de comer; es mentalizarse a que, al fin y al cabo, incluso en las peores circunstancias, la vida seguirá y siempre te dará cosas buenas y habrá ayudas que te facilitarán superarlo. Recuerda que un miedo se diluye cuando se afronta.
-          Relaciónate con los demás. Te ayudarán a distraerte, a rebajar la ansiedad y a sentirte menos preocupado/a. Relacionarse adecuadamente, con los mayores beneficios para todos/as, significa tratar bien a los demás, exigiendo que también te traten bien a ti. Y a nadie le reconforta estar rodeado de alguien que sólo hable de sus “males” y enfermedades. Cuéntales anécdotas, escucha sus preocupaciones y haz lo posible para pasároslo bien.
-          Tú eres mucho más que tus síntomas o dolores. Pensar continuamente en lo que le pasa a tu cuerpo hace posible que no realices otras cosas más provechosas, como saber qué te gusta, lo que quieres, desarrollarte, etc. No puede valorarse quien cree que sólo es un conjunto de enfermedades. Arréglate, demuestra lo que eres capaz de hacer y recuerda todo lo bueno que tienes.
-          Haz cosas nuevas y que te gusten, no esperes a que sean los demás los que tengan la iniciativa. Planifica qué te gustaría conseguir y plantéate cómo lo vas a hacer. Tener objetivos es el primer paso para conseguirlos, además de ayudarnos a no pensar en las cosas malas y a sentirnos capaces. Da igual que en algo no tengas éxito, aún quedan muchas cosas más que lograr.
-          Ante una duda razonable respecto a tu salud acude al especialista, sea de la medicina o de la psicología / psiquiatría. Muchas veces necesitamos un empujón para superar los obstáculos, y el primer paso para ello es reconocerlo. Eso sí, confía en lo que te recomienden y sigue su tratamiento. Tras ello, vuelve a tu vida cotidiana. Piensa que muchas veces, por simple miedo, puedes sentir como amenazante algo completamente inofensivo.

jueves, 1 de marzo de 2012

SER FELIZ CON UNA ENFERMEDAD CRÓNICA

Las enfermedades pueden ser agudas o crónicas. Éstas últimas duran un tiempo prolongado (a veces toda la vida) y para poder afrontarlas necesitamos cambiar hábitos de vida. Las más habituales son las cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas, hipertensión, obesidad, diabetes, etc.
Con los avances sanitarios se han convertido en enfermedades crónicas algunas de las que antes eran mortales, como el SIDA o determinados tipos de cáncer.
Muchos de los factores de riesgo de estas enfermedades son comunes, como la mala alimentación, el tabaquismo, la escasa actividad física, etc. Y precisamente estos factores son los primeros que necesitan de un cambio para poder adaptarnos a la nueva situación.
Recibir la noticia de que padecemos un trastorno con el que vamos a tener que aprender a convivir a largo plazo, con sus síntomas, dificultades y tratamientos específicos, cambia la vida. Se pueden ver mermadas nuestras capacidades físicas y las actividades que realizamos. Incluso nos puede afectar emocionalmente. En las personas más jóvenes, como los/las adolescentes, se añade el miedo a la exclusión o discriminación de las personas de su entorno por sufrir una enfermedad crónica. Pero debemos recordar que, en la gran mayoría, no supone una total incapacidad y que aún podemos realizar una vida normal, aun con determinados límites.

APRENDO A SER FELIZ CON MI ENFERMEDAD
-          “Quien tiene la información tiene el poder”: conoce tu enfermedad, qué síntomas tiene, cómo se pueden aliviar o evitar. Aprende a prevenir posibles complicaciones y estate atento/a a los posibles cambios o señales, para saber qué hacer con ellos. Te sentirás con mayor seguridad y control ante el trastorno y en tu día a día, con lo que le perderás miedo y disfrutarás de mayor tranquilidad.
-          Tú no eres la enfermedad. No te obsesiones con ella, hay muchas cosas más. Dedica un tiempo a aprender de ella, pero no pierdas las oportunidades para distraerte, pasártelo bien o hacer otras cosas distintas.
-          Tómate las cosas con calma. Una enfermedad crónica no es el fin del mundo. Quizá tengas que dejar de realizar algunas actividades o convivirás con situaciones desagradables, pero centrarse sólo en lo que nos falta es la mejor manera para no disfrutar de lo que aún tenemos. La ira, el nerviosismo, no soluciona nada y empeora nuestro estado de ánimo y la ejecución en la rutina diaria.
-          Aceptar y adaptarse a las nuevas condiciones significa sacar lo mejor al día a día, siendo consciente de que hay que mantener unos hábitos que antes no llevábamos pero que nos permiten disfrutar de determinada calidad de vida. No sirve de nada recordar, “patalear” o estar de mal humor por algo que no tiene remedio. Lo que sí tiene solución es cómo nos lo tomamos todo: hagámoslo más fácil. Al principio será lógico sentir miedo o ansiedad ante la nueva situación, pero nos iremos poco a poco adaptando y, con tranquilidad, iremos aprendiendo a disfrutar.
-          La propia definición de enfermedad crónica trae consigo, como ya hemos visto, la necesidad de modificar hábitos de vida dañinos. No vale con seguir un tiempo el tratamiento. Debemos mentalizarnos a que es una carrera de fondo, a largo plazo, donde deberemos incluir en nuestra rutina cotidiana nuevos comportamientos que nos permitirán seguir adelante, como hacer lo que nos recomienda el/la profesional de la medicina o sanidad.
-          Tu salud depende de ti. Lo que hagas o dejes de hacer influirá en la enfermedad, sus síntomas e incluso en tu estado emocional. Está en tu mano vivir más alegre, disfrutando del entorno, o decidir arrastrarte por sentimientos que no te van a ayudar. Eres capaz de llevar adelante la mejor de tus tareas: tu propia vida. Todo es un aprendizaje que permite superarte y hacerte más fuerte, no dejes escapar la oportunidad con lamentaciones.
-          No pierdas el tiempo pensando en situaciones que no están en tu realidad cotidiana, sino en el pasado o el futuro. No ganas nada preocupándote en lo que pueda pasar, ni intentando conseguir algo que ya no puedes tener, excepto empeorar tu estado de ánimo y el entorno.
-          Mantén una vida activa. Te mantendrá distraído/a y te será más fácil relativizar las experiencias negativas. Aún eres capaz de hacer muchas cosas, plantéate cuáles te gustan y… ¡a por ello! Confía en ti y disfruta.
-          Sí se puede hacer algo con las emociones negativas. Tener un estado de ánimo positivo es la mejor medicina: nos ayuda a seguir el tratamiento médico recomendado, a adoptar hábitos más saludables de vida, a mejorar nuestro funcionamiento físico y psíquico, etc.
o   Expresa tus sentimientos. Descargar nuestras emociones nos ayuda a conocerlas, a sentirnos mejor y a darle coherencia a todo. Cuando no se expresan los sentimientos se activa el Sistema Nervioso Simpático (aumenta la ansiedad y las pulsaciones), se retrasa la búsqueda de ayuda o petición de atención a los demás, incluyendo a los profesionales, con lo que se dificulta la comunicación y el seguimiento adecuado del tratamiento médico (con las complicaciones que ello conlleva). Has de tener en cuenta que expresar los sentimientos no significa expulsar la ira o el mal humor contra nadie, sólo conseguirías aumentar tu mal estar.
o   Aprende a pensar en positivo. Los que sufren una enfermedad crónica no tienen por qué sentirse peor que el resto; de hecho, la salud mental de la mayoría de ellos/as es muy parecida a la de las personas sanas ¿Por qué? Tras la primera etapa de adaptación muchos/as aprenden a disfrutar de lo que tienen en su día a día. Se ha observado, por ejemplo, que hacen por estar más con sus seres queridos. Sienten que aprecian más la vida y realizan un cambio de prioridades vitales que reconocen como más justo.
TAMBIÉN HAY ASPECTOS POSITIVOS EN LA ENFERMEDAD CRÓNICA:
-          Se pasa más tiempo con los seres queridos
-          Se aprecia más la vida.
-          Las prioridades vitales cambian.
-          Muchos/as se dan cuenta de que son más fuertes de lo que creían.
SABER RESPIRAR PARA APRENDER A TOMARSE LAS COSAS CON CALMA:
-          Coloca tu mano izquierda en el pecho.
-          La mano derecha debe estar encima de tu vientre.
-          Fíjate cómo se mueve tu cuerpo al respirar. Lo más probable es que la mano izquierda sea la que más se desplace.
-          Vas a inflar la barriga, como si quisieras parecer más grueso/a.
-          Inspira intentando que el aire llegue a tu vientre hinchando la barriga. Espira.
-          Practica varias veces. Cada vez estarás más cerca de que la mano izquierda, al respirar, no se mueva, y que sólo lo haga la derecha. Eso significa que has aprendido a respirar de la manera más adecuada, oxigenando todos tus pulmones y no sólo una parte. Cuando llega en óptimas condiciones el oxígeno a nuestros órganos se favorece la relajación y el bienestar.